José Miguel Benavente

Innovación y empleo

Por: José Miguel Benavente | Publicado: Miércoles 2 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
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Siguiendo con la discusión acerca de la relevancia que aparentemente tendría la innovación para la economía, hoy nos concentraremos en el empleo. Demás está decir lo fundamental que resulta esta variable sobre las decisiones de política económica. Basta con analizar no sólo lo que el actual gobierno defiende como su máximo logro durante el año que recién pasó, sino también resaltar que el empleo siempre ha estado entre las prioridades de las autoridades económicas de turno.

Lo primero que se viene a la mente cuando se vincula innovación con empleo es que los cambios tecnológicos a la larga terminan afectando negativamente las posibilidades de trabajo. La lógica detrás está en lo que los economistas llaman cambio tecnológico ahorrador de mano de obra. Es decir, muchos de los nuevos productos y sobretodo procesos productivos vienen asociados a nuevas maquinarias, muchas veces con mayores niveles de automatización y, en consecuencia, las personas se hacen más prescindibles. Es cierto que a través de la historia de la humanidad, y en especial durante la revolución industrial, algo de eso hubo. En nuestro país, por ejemplo, la electricidad domiciliaria terminó con los serenos e Internet y la fibra óptica con las telefonistas ¿Pero es tan cierto aquello que el empleo se resiente como consecuencia del avance tecnológico?Al menos para el caso de Chile, la evidencia muestra que durante los años 90, la innovación más que desplazar puestos de trabajo habría generado nuevas oportunidades laborales (Benavente y Lauterbach, 2008). Nuestras investigaciones sugieren que efectivamente hubo un cambio tecnológico ahorrador de mano de obra en el caso de la industria manufacturera para este período. Pero también encontramos que la ventaja competitiva que ese cambio generaba, permitía a la empresa vender mas. Este aumento en las ventas muchas veces iba de la mano de contratación de mas gente para atender dicha demanda. Así, por un lado caía la demanda por mano de obra asociada al cambio técnico pero, por el otro lado, por el efecto competitivo el empleo aumentaba. ¿Cuál efecto dominaba entonces? Para el caso de las innovaciones de proceso, no encontramos cambios significativos en el empleo sugiriendo que ambos efectos se anulaban entre sí. Pero en el caso de innovaciones de productos, el efecto era claramente positivo. Existía un incremento neto en el empleo en aquellas empresas que habían implementado innovaciones de producto. Un resultado interesante, sin embargo, es que los nuevos contratados presentaban en promedio una productividad 50% superior a los trabajadores existentes en la firma. Reafirmando la idea que las innovaciones van normalmente aparejadas con mejoras en la productividad de aquellos que las implementan. Entonces, parece que no estamos hablando del mismo tipo de mano de obra.

Al parecer no son los mismos requerimientos ni las mismas competencias las que se necesitan de sus trabajadores cuando las firmas innovan. Y de ser eso así, ¿existe una correspondencia entre esos requerimientos y los salarios que se reciben? Nuestra presunción es que no a ambas interrogantes. Este es el foco de nuestra actual investigación sobre innovación y empleo. Ya les contaremos cuando tengamos novedades.

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